Súplica en contra del enemigo
Masquil de Asaf.
1Dios nuestro, ¿por qué nos has desechado para siempre?
¿Por qué te has enojado contra las ovejas de tu prado?
2Acuérdate de tu congregación,
la que adquiriste desde tiempos antiguos,
la que rescataste para hacer de ella tu propio pueblo;
acuérdate del monte Sión, donde has habitado.
3Ven a ver estas ruinas interminables:
¡mira cuánto daño ha hecho el enemigo en tu santuario!
4En medio de tus asambleas tus enemigos vociferan;
han izado sus banderas en señal de victoria.
5Levantan sus hachas y hacen destrozos,
como leñadores en medio de un tupido bosque.
6¡Todos los tallados en madera
los han hecho pedazos con sus hachas y martillos!
7¡Le han prendido fuego a tu santuario!
¡Han profanado y derribado el tabernáculo a tu nombre!
8Se dijeron: «¡Destruyamos todo de una vez!»,
y quemaron todas las sinagogas de Dios en la tierra.
9¡Ya no vemos nuestras banderas!
¡Ya no hay profetas entre nosotros,
ni nadie que nos diga cuánto más tenemos que aguantar!
10Dios nuestro, ¿hasta cuándo nos afrentará el enemigo?
¿Hasta cuándo el enemigo ofenderá tu nombre?
11¿Por qué te quedas cruzado de brazos?
¿Por qué escondes en el pecho tu diestra?
12Dios mío, tú eres mi rey desde tiempos antiguos;
tú eres quien salva en medio de la tierra.
13Con tu poder partiste el mar en dos
y en las aguas rompiste las cabezas de los monstruos.
14Aplastaste las cabezas de Leviatán,
y lo diste por comida a los habitantes del desierto.
15Abriste los manantiales y los ríos,
y dejaste secos torrentes impetuosos.
16Tuyo es el día, tuya es también la noche,
pues tú estableciste el sol y la luna.
17Tú estableciste todos los límites de la tierra,
y formaste el verano y el invierno.
18Recuerda, Señor, que el enemigo te ha ofendido,
y que un pueblo insensato ha blasfemado tu nombre.
19¡No entregues a las fieras la vida de tus tórtolas!
¡No olvides para siempre a tu pueblo afligido!
20Acuérdate del pacto que hiciste con nosotros,
pues la tierra está llena de oscuridad y violencia.
21No permitas que los afligidos sean avergonzados;
así alabarán tu nombre los afligidos y los menesterosos.
22Dios mío, ¡levántate y defiende tu causa!
Recuerda que los necios te ofenden cada día.
23No te olvides de los gritos de tus enemigos,
cuyo alboroto a todas horas va en aumento.